Para mí, uno de los mayores beneficios del ayuno es que nos damos cuenta de que nuestro amado cuerpo también funciona muy bien durante unos días (o muchas horas en el cas del ayuno intermitente) sin ingesta de alimentos.
En nuestro mundo consumidor, esta realización es (desafortunadamente) algo muy especial. Estoy hablando de la renuncia. Pero no completamente sino parcial, la renuncia de los alimentos sólidos.
El hambre (el de la cabeza, no del estómago) en realidad exige algo completamente diferente a la comida: descanso, cariño, relajación o simplemente tiempo para nosotros mismos. Algunas veces solo queremos recompensarnos a nosotros mismos, por un día agotador o por un objetivo logrado.
Mientras miro la belleza de la naturaleza, nunca siento hambre, p.ej, durante nuestros paseos en la playa, o mientras caminamos por el bosque o por los viñedos del Penedès, independientemente si estoy ayunando o no. Es como si las necesidades de nuestro alma estuvieran satisfechas con la vistas espectaculares desde la montaña, la melodía de las olas o la energía al contemplar una puesta de sol. Esto me hace sentir genial.
El ayuno es para mí lo opuesto al consumo y tiene muchos otros beneficios.
Cuando nos viene a la mente el hambre, nuestro alma nos pide comida virtual: un paseo descalzo por la playa o un prado, un paseo por el bosque o una caminata corta por la montaña, con aroma a romero.
Creo que deberíamos comer mucho más virtualmente.
Y lo mejor de todo, es gratis, como casi todas las cosas buenas de la vida.